Puede que un café, un kilo de carne o una pizza de una gran cadena de restauración no tengan, a priori, relación entre sí. Sin embargo, si se han pagado en efectivo, todos ellos tienen en común la posibilidad de esconder un fraude prácticamente indetectable y que provoca un agujero de hasta 60.000 millones de euros anuales en la recaudación fiscal del Estado, según las estimaciones de los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha). El «software» de doble uso con el que algunos propietarios llevan una segunda contabilidad de sus negocios es todo un quebradero de cabeza para la Agencia Tributaria y en la agenda del Gobierno ya se incluye como una de las prioridades en la lucha contra el fraude fiscal. El presidente Pedro Sánchez se comprometió durante su discurso de investidura a impulsar una ley que incluya la prohibición de estos programas informáticos que permiten ocultar parte de los ingresos de un comercio, así como una serie de medidas para dar caza a los infractores que evaden impuestos y aligeran sus cuentas de cara a su cita anual con el fisco. Cercar a los tramposos es un reto complicado puesto que sus artimañas son cada vez más sofisticadas. Antes, la «caja B» de un negocio dejaba huella en un segundo libro de cuentas. Ahora, en plena era del «clic», un programa informático se encarga de esconder cualquier rastro de la contabilidad oculta de forma automática. Con este sistema, al empresario ni siquiera le hace falta preguntar al cliente si quiere factura. El «software» puede emitir un ticket con el importe íntegro de la compra sin que el ingreso quede reflejado en la contabilidad principal de la empresa. Además, como se realiza de forma automática, los empleados pueden estar realizando cobros «en negro» sin saberlo. Pero, ¿cómo se pueden rastrear unas ventas e ingresos que «no existen»? El programa se utiliza en el Terminal Punto de Venta (TPV) y es capaz de llevar una doble contabilidad, pero eliminar los datos ocultos queda a cargo del propietario. Por lo general, éste opta por mantener los archivos para saber el rumbo de su empresa o, en caso de venta del negocio, poder mostrar las cifras reales al comprador potencial.
Para evitar que la Agencia Tributaria descubra el fraude no basta con esconder la real cifra de ventas. Los programas de contabilidad permiten elaboraciones más completas para que no haya diferencias internas sobre cobros y pagos, según explica José María Mollinedo, secretario general de Gestha. En hostelería, una manera habitual de investigar las ventas reales era fijarse en que los restaurantes que tenían externalizada la limpieza mandaban a lavar 500 manteles, pero solo había 300 mesas facturadas. Ahora, dar caza a los defraudadores es más complicado porque el programa informático «emite cobros en metálico de las operaciones en la medida que estén relacionadas con las compras en ‘‘B’’ que se hayan realizado», indicó Mollinedo.
El sistema de doble contabilidad se usa de manera generalizada en todos los sectores, pero es más habitual encontrarlo en todos aquellos que tienen que ver con un consumidor final, como talleres y servicios de hostelería. También es frecuente en la compraventa inmobiliaria, donde las ya conocidas escrituras por debajo del valor real de mercado tienen que ir acompañadas de un programa que administre una contabilidad oculta.
El uso de este «software» no requiere conocimientos avanzados de informática, lo que hace que manipular la contabilidad de una empresa sea extremadamente sencillo. «Los sistemas que utilizan los pequeños comercios son perfectamente manipulables porque las operaciones se hacen de una forma casi manual», explica Fernando Matesanz, experto en IVA y socio fundador de Spanish Vat Services, un despacho especializado en asesoramiento en tributos indirectos. No obstante, es más complicado que las grandes corporaciones incurran en un delito de fraude de este tipo porque «todo está informatizado y hay unos procesos estandarizados».